viernes, 9 de marzo de 2012

Resumen de ¿Quién quiere esta casa?

Era ser una vez  un joven escultor , llamado Nestor que vivía en una casa anntiquísima. Nestor se trasladó a otra casa que tenía en otra ciudad.Nestor ll se fue a vivír a la casa antiquísima, pero cuando tuvu un hijo ,  llamado Nestor lll su padre murió .   Nestor lll queria vender la casa antiquísima pero nadie queria porque la casa se caia a   pedasos no era por culpa de Nestor lll el negociaba  muy bien  pero por la noche  vino un joven que estaba dudando en si comprarla  o no . Al día  siguiente  el hombre vino para que le enseñara la casa pero el la podía reparar un poquito pero eque había todos tipos de bichos hasta de los bichos que  no había allí ... el le dijo con mucha  sinceridad que no .


Despues de 5 años la casa segui en venta pero al cambiar de Alcalde  , el Alcalde derrumbo la casa Nestor el joven  esculto bueno ya viejo tenía 77 años ,ese día era su cupleaños y hiba a recordar viejos tiempos   le derrumbaron la casa que le costo más de 5 millones de euros

jueves, 8 de marzo de 2012

Historias del milenio

I parte camboya: ODM 3 igualdad de género from Historias del Milenio on Vimeo.

historias del milenio

Día de la mujer trabajadora 8 de Marzo

"Carta de una madre" es un documento impresionante que puede servir para trabajar con el alumnado en el Colegio para esta fecha tan especial.


Queridos todos: Me voy. Volveré cuando sepáis dónde están guardadas las bolas de naftalina, cuando nuestra casa ya no tenga secretos para ninguno de vosotros, cuando seáis capaces de descifrar los códigos de los botones de la lavadora, cuando logréis reprimir el impulso de llamarme a gritos si se acaba la pasta de dientes o el papel higiénico. Volveré cuando estéis dispuestos a llevar conmigo la corona de reina de la casa. Cuando no me necesitéis más que para compartir.

Ya sé que me echaréis de menos, estoy segura. También yo a vosotros, pero sólo desapareciendo podré rellenar los huecos que vuestro cariño me produce... Sólo podré estar segura de que verdaderamente me queréis cuando no tengáis necesidad de mí para comer o para vestiros o para lavaros o para encontrar las tijeras. Ya no quiero ser la reina de la casa, estoy harta, me he cansado de tan gran responsabilidad y he caído en la cuenta de que si sigo jugando el papel de madre súper no lograré inculcaros más que una mentalidad de súbditos. Y yo os quiero libres y moderadamente suficientes y autónomos.

Ya sé que vuestro comportamiento conmigo no es más que un dejarse llevar por mi rutina; también por eso quiero poner tierra por medio. Si me quedo, seguiré poniéndoos todo al alcance de la mano, jugando mi papel de omnipresente para que me queráis más.

Sí, para que me queráis más. Me he dado cuanta de que todo lo que hago es para que me queráis más, y eso me parece tan peligroso para vosotros como para mí. Es una trampa para todos.

Palabra de honor que no me voy por cansancio, aunque sea una lata dormirse todas las noches pensando en la comida del día siguiente y hacer la compra a salto de mata cuando vienes del trabajo y, a la larga, pesa mucho la manía de ver siempre un velo de polvo en los muebles cuando me siento un rato en el sofá, y la perenne atracción hacia la bayeta y la cera. Pero no es sólo por eso. No. Tampoco me voy porque esté harta de poner la lavadora mientras me desabrocho el abrigo ni porque quiera estar más libre para hacer carrera en mi trabajo. No. Hace ya mucho tiempo que tuve que elegir una perpetua interinidad en mi profesión porque no podía compatibilizar una mayor dedicación mental al trabajo profesional con la lista de la compra. Me voy para enseñaros a compartir, pero sobre todo me voy para ver si aprendo a delegar.

Porque si lo consigo, no volveré nunca más a sentirme culpable cuando no saquéis notas brillantes o cuando se quemen las lentejas o cuando alguno no tenga camisa planchada que ponerse.

La culpa de que sea imprescindible en casa es sólo mía, así que desapareciendo yo por unos días, os daréis cuenta vosotros de que la monarquía doméstica es fácilmente derrocable y quizá yo pueda aprender la humildad necesaria para ser, cuando vuelva, una más entre la plebe.

Cuando encontréis la naftalina no dejéis de avisarme. Seguro que para entonces yo también habré aprendido a no ser tan excesivamente buena. Puede ser que ese día no nos queramos más, pero seguro que nos querremos mejor. Besos. Mamá